¿Por qué es raro ver sonrisas en las obras de arte?
La historia del arte demuestra que la sonrisa no es una expresión común. Descubra la razón por la cual algunos pintores omitieron las sonrisas en sus obras.
Si un pintor del siglo XVII viera los feeds de Instagram repletos de sonrisas, dientes perfectos y expresiones de felicidad, además de quedar sorprendido, probablemente pensaría que estas personas pertenecen a la clase baja y los tomaría por borrachos.
Aunque actualmente relacionamos las sonrisas con la alegría y la simpatía, la historia del arte no siempre ha compartido esta visión. No importa la época, el estilo o el origen, la mayoría de los retratos tienen un semblante sereno, sobrio, distante y serio. Pero, ¿Por qué motivos es raro ver sonrisas en las obras de arte pintadas?
Algunas teorías
Son cientos los curadores e historiadores que han analizado la situación, y en sus investigaciones han encontrado varios explicaciones
Actualmente sonreír para una selfie toma solo unos segundos, pero hay que tener presente que posar para un retrato, pintado al óleo llevaba horas o días enteros, y posiblemente se tenía que dividir en diferentes sesiones, por lo tanto, mantener una sonrisa era prácticamente imposible.
La naturalidad y espontaneidad que suelen acompañar este gesto hace que sea muy difícil de fingir, e incluso de repetir.
“Una sonrisa se parece bastante a un sonrojo, ya que es una reacción imposible de mantener en el tiempo”, afirma Nicholas Jeeves, artista y profesor de la Cambridge School of Art, en su artículo The Serious and the Smirk: The Smile in Portraiture.
En este texto, Jeeves comparte la reflexión de Charles Dickens, el crítico social y escritor, quien en su libro Nicholas Nickleby (1839), afirma que “solo hay dos estilos de pintura de retratos; lo serio y la sonrisa; y siempre usamos lo serio para las personas profesionales (excepto los actores a veces), y la sonrisa burlona para las damas y caballeros privados que no se preocupan tanto por parecer inteligentes.
El triunfo de Baco, de Velázquez, 1628 -1629. Cortesía Museo del Prado.
La sonrisa era un problema
La percepción cultural de las sonrisas ha ido cambiando a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el siglo XVII los aristócratas, históricos mecenas del arte, relacionaban las sonrisas amplias -que muestran los dientes- con las clases sociales más bajas, los ladrones, los actores y los borrachos.
En el Triunfo de Baco o Los borrachos podemos ver cómo Velázquez inmortalizó a estos personajes pintando a un mendigo y cuatro hombres con rostros sonrientes cerca de la
figura de un joven que se encuentra de rodillas y es coronado por Dios.
Sin embargo, los artistas del barroco holandés se dedicaron a representar la vida cotidiana y esto los llevó a elegir como protagonistas a personajes de las esferas más bajas de la sociedad.
En estas obras la risa parece un factor común, como puede apreciarse, por ejemplo, en El hijo pródigo, de Gerrit van Honthorst. Nicholas Jeeves asegura que «El ‘holandés’ en la pintura y en la vida, a menudo era una abreviatura de la sociedad para el libertinaje».
El hijo pródigo, de Gerrit van Honthorst, 1623. Imagen: Wikipedia Commons.
El historiador inglés Colin Jones, por su parte, cree que la explicación de que no existan muchas sonrisas en las obras de arte es por la falta de una higiene bucal eficiente en el siglo XVIII, lo que hacía que mostrar las dentaduras se viera como algo poco estético.
Los avances en odontología permitieron que enseñar los dientes fuera una nueva herramienta para expresar la sensibilidad. En un artículo de El Mundo, Jones considera que el autorretrato de Marie Louise Élisabeth Vigée-Lebrun con su hija, en 1786, es sumamente revolucionario “porque es uno de los primeros que dejan escapar, de forma ligera una sonrisa”.
Autorretrato de Marie Louise Élisabeth Vigée-Le Brun con su hija, 1786.
Una revolución llamada Mona Lisa
La Gioconda que Leonardo da Vinci pintó a comienzos del siglo XVI, llamó más la atención durante el siglo XIX, hasta el punto de convertirse en la sonrisa (aunque sea leve) más llamativa del arte.
¿Pero por qué está sonriendo la Mona Lisa? La respuesta es un misterio, como casi todo lo que rodea a esta obra. Aunque los años pasan, cada vez surgen nuevas teorías en torno a ella. En 2018, un científico llegó a decir que un problema en la tiroides la obligaba a mantener esa expresión.
Las razones son desconocidas y habría que hablar con da Vinci para saber cómo la convenció para posar con esa leve sonrisa, sin embargo, esta obra que actualmente se encuentra en el Museo del Louvre, marcó una pauta para que los artistas del siglo XX le dieran mayor protagonismo a las sonrisas. También ayudó el desarrollo de la fotografía.
La Gioconda, de Leonardo da Vinci, 1503-1516, en el Museo del Louvre.
Es hora de sonreír
Durante el siglo XX las sonrisas fueron mucho más comunes en el arte. Los avances en la fotografía y la aparición del cine impulsaron su uso como una forma de revelar las emociones internas de los retratados y diferentes artistas empezaron a posicionarse en el llamado ‘arte expresionista’.
Por ejemplo, el artista abstracto Willem de Kooning recurrió a la sonrisa para elaborar Mujer I, la primera obra de su serie de mujeres en las que “rechaza la figura tradicional femenina de la Venus e inmortaliza una figura casi demoníaca, muy influenciada por las diosas paleolíticas. La sonrisa le sirve para potenciar su fiereza”, según afirma el MoMA.
Woman I, de Willem de Kooning, 1950–52. Cortesía: Museo de Arte Moderno de Nueva York.
El siglo XXI ha naturalizado la sonrisa en las redes sociales, en la publicidad tanto digital como análoga, e incluso hay algunas representaciones artísticas en donde sucede lo mismo.
El artista chino Yue Minjun, actualmente es muy reconocido por sus autorretratos exagerados, donde se representa a sí mismo en pinturas, esculturas y grabados “atacado” de la risa. Detrás de cada retrato hay todo un concepto de crítica política y social que ha llevado a los curadores e historiadores a preguntarse sobre el concepto de la sonrisa, ya que se puede entender como una expresión de felicidad o una señal de ocultamiento que funciona como una máscara.
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